miércoles, 14 de octubre de 2009

Aquel paracaídas



Al pequeño Óscar su madre siempre le había dicho que su padre saltó del avión una oscura noche y que nunca llegó a tierra, que se quedó en el cielo. Por eso solía mirar hacia arriba cada vez que pasaba un avión, esperando verle bajar, y aunque su madre le había dicho una y mil veces que nunca bajaría, que estaba muy feliz allí arriba esperándolos, seguía mirando, seguía esperando verle caer con su paracaídas hinchado por el viento.
Muchas noches, mientras su madre debía dormir, Óscar se asomaba desde la amplia terraza de su casa a mirar el cielo, la calle. Su madre, que debía ser muy sigilosa para no ser descubierta, conocía su costumbre.
Nunca caía nadie, siempre paseaba el mismo vagabundo, el mismo camión de la limpieza y la misma pareja de novios besándose. Se lo conocía de sobra, eran ya muchas noches de vigilancia, de estar pendiente de su hijo.
Una noche, Marta, la madre, muy preocupada por la obsesión de su hijo y con la sana intención de dar una alegría a Óscar y acabar con sus noches en vela escribió una nota: Hijo, debes dormir y no preocuparte más por mí, me encuentro muy bien aquí, aunque por motivos que ahora no te puedo explicar, no puedo bajar a verte Debes acostarte todas las noches. Se bueno y obediente con tu madre y no le digas nada de nuestro secreto. Te quiero mucho. Subió a la azotea del edificio y, con mucho cuidado para no ser vista, dejó caer un pequeño paracaídas con la carta en su interior.
Marta esperaba que después de esa noche su hijo terminara con sus noches en vela. Sin embargo, la noche siguiente su sorpresa fue grande cuando vio a Óscar en la terraza soltando un globo con una cesta que contenía un pequeño sobre en su interior y que ascendió perdiéndose en el cielo. La curiosidad era enorme, ¿qué podría haber escrito?, ¿cómo se podía enterar?
A la mañana siguiente, mientras Oscar continuaba durmiendo, Marta se extrañó al ver un pequeño paracaídas en el suelo de la terraza. Inmediatamente se acercó para ver si encontraba algo. Había una carta que se apresuró a abrir: Querida Marta, te echo de menos. He recibido otra carta de nuestro hijo que me ha emocionado profundamente. Puedes estar tranquila, él no volverá a pasar las noches mirando al cielo. Conoce la verdad y lo entiende. Gracias por todo. Un beso.


Autor: Miguel González Molina

No hay comentarios: